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24/02/2017

Una experiencia de voluntariado universitario en Tánger

La aventura empezó el Jueves 9 de febrero. Aquel día cogíamos el vuelo a Tánger desde Madrid, todos con mucha ilusión por emprender el viaje. Fue allí, en el aeropuerto, un poco nerviosos, donde nos encontramos por primera vez todos los voluntarios.

Abrimos el telón de experiencias en Tánger nada más bajar del avión. Durante el camino en taxi hasta el hotel, en medio del barullo y un tráfico caótico, comprendimos que la cultura de Tánger no entiende de señales viales... En el hotel nos recibieron con los brazos abiertos y con una comida típica marroquí que nos sirvieron en una terraza justo en frente de la casa donde se encuentran los chicos a los que íbamos a ayudar. Mientras reponíamos fuerzas, algunos de los chicos se asomaban para saludarnos y darnos la bienvenida.

Pasamos unos días maravillosos en Tánger. Trabajamos mucho, pero ganamos mucho más a cambio. Nuestra misión era dar un poco de nuestro tiempo y nuestras fuerzas a aquellos que lo necesitan de verdad. Allí visitamos a los chicos discapacitados de la Casa Nazareth, ayudamos en su labor de acogida a necesitados a las monjas de la Madre Teresa de Calcuta.

voluntariado 3

Uno de los días visitamos al cónsul español en Tánger, que nos abrió las puertas de su casa y nos contó su experiencia profesional allí. También estuvimos con el arzobispo de la zona que  nos contó su experiencia con la gente de la zona y, sobre todo, con las personas que vivían en el bosque a la espera de una oportunidad para saltar la valla a España.

Tuvimos momentos de tiempo libre que aprovechamos para conocer la zona y comer en lugares típicos kebab,  cuscús con pollo y verdura y otros platos de cocina marroquí. Pudimos experimentar también la actividad típica del “regateo” en el mercado.

voluntariado 4

Por las noches, después del trabajo, nos quedábamos charlando en la terraza del hotel, a veces hasta altas horas de la noche, comentando impresiones de lo vivido ese día.

"Lo mejor para mi, fue que pudimos ir a pasear con los chicos fuera de la casa donde estaban acogidos. Íbamos 2 por chico, ya que algunos caían en la tentación de lanzarse hacia algún puesto de fruta o por el estilo. Con ellos llegamos hasta un punto alto de la ciudad desde donde pudimos contemplar las vistas del paseo marítimo y el puerto de Tánger. Precioso. Desde allí se podía apreciar las costa española", nos cuenta uno de los voluntarios.

voluntariado 2

El domingo nos levantamos con una mezcla de cansancio y pena al despedirnos de nuestros vecinos de la Casa de Nazareth, y del resto de voluntarios naturales de la zona. Somos conscientes de la experiencia que hemos vivido, aunque haya sido corta. Hemos crecido humanamente, y nos llevamos muchas cosas en la mochila. Nos llevamos también nuevas amistades y el buen sabor del buen rollo que hemos tenido SmartResidences en este viaje.

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